Pa­sa­dos

Pa­ga­ré con gus­to un via­je en el tiem­po —en el pre­ci­so mo­men­to en el que la má­qui­na es­té dis­po­ni­ble— a to­dos esos nos­tál­gi­cos de épo­cas pa­sa­das que por su­pues­to no han vi­vi­do. Con una so­la con­di­ción: no traer­los de vuel­ta has­ta que po­da­mos oír sus sú­pli­cas y sus la­men­tos des­de allá don­de se encuentren.

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