Vo­lun­ta­des

Es tan des­ca­be­lla­do creer que las ca­tás­tro­fes na­tu­ra­les se de­ben a la vo­lun­tad de Dios co­mo creer que la pro­pia na­tu­ra­le­za tie­ne vo­lun­tad al­gu­na. ¿Por qué lo pri­me­ro es­tá mal vis­to y lo se­gun­do no?

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