Últimamente en la prensa, quiero creer que inconscientemente, se da a entender que las disensiones entre científicos en determinadas cuestiones (por poner un ejemplo reciente, sobre las bacterias que pueden vivir en amoníaco) suponen una merma de credibilidad en el método o una grieta en el edificio académico. La base de la ciencia moderna es la falsabilidad de sus teorías, y el debate científico, constante y en ocasiones vehemente, el cimiento de su validez. El trato periodístico que en ocasiones —demasiadas— se da a las noticias sobre ciencia la equipara a la política o, peor aún, al corazón, como si existiera alguna similitud entre ellas. No olvidemos que el objetivo de la retórica es convencer y el de la filosofía llegar al conocimiento. Pues eso. Encontrar una bacteria no es lo mismo que encontrar un novio, mis queridos chafarderos. Aplíquense en aprender a escribir sin faltas de ortografía y en no dar opiniones sobre ciencia. (Y sobre tantas otras cosas importantes que a buen seguro desconocen). Ah, y dejen de una santa vez de llamar La máquina de Dios al LHC.