Tras la entusiasta crítica de los medios especializados americanos al final de Battlestar Galactica, y la tibieza con que los mismos medios han recibido a Star Trek (pese a haber sido un bombazo en taquilla), me da por pensar que soy un bicho raro.
A mí Star Trek me parece una película maravillosa.
Un guión hecho con un cariño que se percibe en cada frase. Con el ritmo justo. Con guiños al fandom dosificados con una delicadeza admirable. Con una habilidad encomiable manejando los tiempos. Pero sobre todo, que parte de una idea genial, no por sí misma, sino porque constituye el diagnóstico del fracaso de Insurrección, Némesis y Enterprise.
Dejémosnos de tonterías y de respetos. Todo tiene su fandom, y el de ST va para los cuarenta y tres años. Desgraciadamente, y que me perdonen los correctos, Star Trek es la franquicia con más gente rarita por metro cuadrado del mundo. Hay quien se casa vestido de almirante de la flota estelar o va a trabajar con un tricorder. Perdón, pero eso raya un poco la enfermedad. Entiendo el afán de algunos que se llaman trekkers de diferenciarse de los trekkies, para que no les vayan dando collejas por los pasillos.
Por culpa de los raritos (los que se saben por qué los andorianos tienen antenas y cuál es la estatura media de un ferengi hembra) el universo Trek se ha ido convirtiendo en una especie de densa mayonesa intransitable gracias al farragoso canon. Ellos no podrán soportar la katana del nuevo Sulu, porque como todos saben, Sulu usa florete y además George Takei dijo en nosequé extras de TOS que no quería que lo identificaran con el tópico japonés… Por eso fracasó Nemesis. Por eso fracasó Enterprise. Pese a tener dos de las temporadas más soberbias de todo ST (la idea de la ‘precuela’ es lo mejor que pudieron hacer), ya no podía soportar el peso de 40 años de caspa canónica, de sesentones rebosando lorzas por fuera de sus uniformes de la flota y de ávidos buscadores de erratas en todas y cada una de las escenas de cada una de las series. Star Trek no reventó; implotó por la presión de los talibanes estelares.
El universo espejo y las líneas temporales alternativas (qué magnífica y precursora In Harms Way, del fan fiction New Voyages, escrita por Doug Drexler y Erik Korngold y dirigida por Jack Marshall), sin embargo, no dieron lugar a ningún escarceo serio. Han tenido que llegar Alex Kurtzman y Roberto Orci para tener la idea genial. La nueva línea temporal es la nueva Star Trek. Y además pueden volver a la línea original cuando quieran. Pueden hacer cruces, paralelismos y fusiones con todo el universo que ya existe, y además lo que les dé la gana con el nuevo. Gloriosa pedorreta a los fundamentalistas.
Y además los actores son buenos, jóvenes y guapos. La acción, trepidante. La historia, magnífica. Los efectos, espectaculares. Y los títulos del final…emocionantes.
Larga y próspera vida a Star Trek, y yo que lo vea.
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