El año pasado se me olvidó. Éste no. Los dieciocho de marzo se cumplen años del nacimiento de este cuaderno y desgraciadamente, de la muerte de Arthur C. Clarke. Como ya conté, tuve el triste honor de inaugurarlo con el obituario del maestro, con lo que siempre habrá una buena excusa para ese recuerdo. En un día como hoy, no es mala lectura El Centinela, que fue el germen de 2001. Aquí tienen el enlace. Disfruten.
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Genios cretinos
Buscando otras cosas, encontré esta perlita de Andrei Tarkovski —cineasta al que admiro profundamente como cineasta— a propósito de 2001:
«Cuando vi 2001, una odisea del espacio, ya supe perfectamente que lo que quería hacer en Solaris era algo completamente opuesto y diferente a ella. Me parece que cada escena es una ilustración de revista de ciencia ficción. Y no precisamente arte gráfico de buena calidad»
Esto demuestra que un genio también puede ser un gilipollas creído. Y que los aspectos que los creadores piensan que definen o dan carácter a sus obras no son necesariamente los que realmente lo hacen.
Conste que no hablo mal de Tarkovski por criticar 2001, líbreme el cielo, sino por hacerlo con ese desprecio y autosuficiencia. También dijo de La Diligencia:
«Es una pena haber utilizado aquel paisaje tan metafísico para rodar una mala película sobre el dinero»
Sin palabras.
Douglas Adams versus Max Planck
-Me gusta más 42, pero algo me dice que 6,63·10-34 tiene más enjundia.
Por qué me gusta la ciencia
De Wikipedia, que a veces tantes alegrías nos da.
En mecánica cuántica, se denomina suicidio cuántico a un experimento imaginario propuesto de manera independiente por Hans Moravec (1987) y Bruno Marchal (1988), y desarrollado por Max Tegmark en 1998.
El experimento trata de distinguir entre la interpretación de Copenhague y la teoría de los universos múltiples de Hugh Everett a través de una variación del experimento del gato de Schrödinger, consistente en mirar este último desde el punto de vista del gato.
El experimento supone un hombre sentado con un arma que apunta hacia su cabeza. El arma es manipulada por una máquina que mide la rotación de una partícula subatómica. Cada vez que el hombre apriete en gatillo el arma se disparará dependiendo del sentido de la rotación de la partícula: Si gira en sentido horario el arma dispara, en sentido contrario no lo hace.
Según la interpretación de Copenhague, con cada ejecución del experimento existe un 50 % de posibilidad de que el arma sea disparada y el hombre muera: eventualmente el experimentador morirá. La teoría de los universos múltiples, por su parte, plantea que cada ejecución del experimento divide el universo en dos: uno en que el hombre vive y otro mundo en que muere. Después de muchas series de la prueba, habrá muchos universos. En todos ellos menos en uno el hombre dejará de existir, pero siempre habrá un universo donde siga existiendo. Desde el punto de vista del hombre, por mucho que apriete el gatillo del arma esta nunca se disparará, toda vez que su conciencia seguirá existiendo en muchos de los universos. Esto último es lo que se denomina inmortalidad cuántica.»
Para los enlaces y aclaraciones, visítese aquí.
Off Topic
«Es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y despejar la duda definitivamente»
—Groucho Marx
Off topic
«En escuchar lo que nos dice algo, y en dejar que se nos diga, reside la exigencia más elevada que se propone al ser humano. Recordarlo para uno mismo es la cuestión más íntima de cada uno; hacerlo para todos, y de manera convincente, es la misión de la filosofía»
—Hans Georg Gadamer
En memoria de Rafael González Sandino.
Nihil Obstat
«Sólo hay dos cosas infinitas; la estupidez humana y el universo. Y no estoy muy seguro acerca de lo último»
—Albert Einstein