Mantener vivo un blog es en sí bastante complicado: buscar un asunto interesante sobre el que escribir, hacerlo de forma amena y encontrar el tiempo suficiente no es nada fácil, y mucho menos si además se le pretende dar una cierta periodicidad. Para un aficionado a contar cosas, cumplir todas las premisas es casi imposible a poco que se le crucen otras actividades y otras responsabilidades.
Dos años completos de sequía en internet es mucho tiempo. Ya un sólo mes lo es. Si hubiera tenido un número aceptable de seguidores los habría perdido al poco tiempo de abandonar la publicación, pero la ventaja de que te lean nada más que los amigos permite resucitarlo casi eternamente, lo que es magnífico para mí, que ni vivo de esto ni necesito demasiado público para soltar mis parrafadas. Pero aún así, en todo este tiempo más de una vez he intentado publicar algo, obviamente sin fortuna.
Como avanzo en el título, durante todo este tiempo he estado dedicado a escribir (maquetar, encuadernar, preparar y defender) mi tesis doctoral, en la que la ciencia ficción es una de las protagonistas principales, junto al cine y la arquitectura. Afición y profesión juntas al fin en un proceso que terminó felizmente el pasado siete de abril. Una vez cerrado un ciclo (que siempre abre otro) y tras el descanso neuronal correspondiente, me propongo retomar la actividad del blog, comenzando ahora mismo, pero añadiendo algún giro temático.
Haber escrito una tesis sobre ciencia ficción me ha aportado un especial contacto con muy distintas ideas de futuro, que han provocado un efecto sorprendente: hacerme descubrir que la tecnología y ese futuro, tanto el que describen las películas y las novelas como el que vivimos y proyectamos, tienen en realidad bastante poco que ver. Ambas cosas tienen relación, pero es meramente circunstancial. El porvenir y su idea los conforman y modelan las sociedades, y la tecnología solo las acompaña.
Pero el descubrimiento fundamental ha sido advertir que pase lo que pase, y en cualquier actividad, siempre se acaba hablando de uno mismo y de las propias inquietudes. Aquello de lo que se escribe es solo el filtro mediante el cual se camufla. También me he dado cuenta de que prefiero lo transversal a lo monográfico, y en consecuencia, que pretender mantener este blog mirando exclusivamente a la ciencia ficción solo va a provocar, tras tantos intentos, su inexorable desaparición. El cine en general, la arquitectura, la política, la sociedad, son campos que pueden hablar del futuro tanto como la ciencia ficción misma, y pretendo hablar de ellos cuando sea oportuno, intentando siempre que ese futuro sea el hilo conductor de cada reflexión o cada historia.
Para terminar solo me queda recordar que el pasado 19 de marzo cumplimos, muy en silencio, seis años de vida, y que el quinto ni siquiera lo celebramos. Os debo dos cuentos de Clarke, y aquí los tenéis: El cielo cruel y Los nueve mil millones de nombres de Dios.
Edito: El enlace del segundo cuento se murió. Aquí os dejo otro: Los nueve billones de nombres de Dios.
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