Desde la revolución industrial, los sistemas y procesos de producción, transporte, comunicación y otros muchos han sido estandarizados. Cadenas de montaje, electricidad, trenes, aviones, coches, teléfono y telégrafo, correos, medicina, ingeniería, arquitectura, educación y defensa, por citar los que se me vienen a la cabeza. Y hay dos campos, quizás los más importantes en la evolución de la humanidad, que se resisten a esa normalización: la Justicia y la informática.
Este artículo va a ser muy largo.
El término español informática (del francés informatique), está definido en el diccionario de la RAE como el «Conjunto de conocimientos científicos y técnicas que hacen posible el tratamiento automático de la información por medio de ordenadores». Hay que señalar, también, que el término ordenador es también un galicismo (ordinateur), «Máquina electrónica dotada de una memoria de gran capacidad y de métodos de tratamiento de la información, capaz de resolver problemas aritméticos y lógicos gracias a la utilización automática de programas registrados en ella».
Curiosamente la terminología francesa y española (frente a la anglosajona, computer, computing, del latín computare, computar, «contar o calcular por números algo»), preconiza algo que en el tiempo actual es mucho más acertado: el tratamiento de la información. Lógicamente, los términos computer y computing son más antiguos que el francés y el español ordenador e informática, por el simple hecho del uso primigenio del ordenador, que fue casi exclusivamente el cálculo, contrapuesto al de la calculadora (calculator), que únicamente realizaba operaciones aritméticas. Así, la calculadora (o las calculadoras) eran, digamos, sólo un componente del computador. Así, al igual que el computador y la computación trascienden la calculadora y el cálculo, el ordenador y la informática trascienden igualmente al computador y la computación.
Como es lógico, la matemática y las ciencias que la emplean (desde la geometría a la física) tienen un desarrollo y técnicas absolutamente universales. Claro está, independientes del lenguaje. Pero tanto la incipiente computación (informática) y la administración de la Justicia (y ahora vuelvo al motivo de este post), están completamente ligadas al principal estigma de la civilización: el lenguaje. El anatema de la incomunicación. El sistema menos estandarizado de la humanidad.
Tanto para los sistemas informáticos como para la Justicia, el lenguaje (y con ello la tradición, la costumbre, la propiedad, casi la nación), es un enorme lastre para su universalización. Las diferentes culturas y su pensamiento están íntimamente ligadas a su lengua. No es ninguna tontería pensar que el lenguaje no es sino un mapa de la realidad, en palabras de Wittgenstein.
En cuanto ese mapa no es sino una interpretación de la realidad, tanto en la informática como en la Justicia se contraponen dos conceptos irreconciliables: la ambición por la universalidad y la adscripción a un código (dependiente del inglés en una y dependiente de cada lengua en la otra). Mientras las ciencias puras, matemática y física, se desprendieron del código lingüístico hace siglos, la botánica y la zoología inventaron el suyo (la taxonomía basada en el latín) y la economía, la gran ciencia acientífica, nunca tuvo ninguno, las dos que nos ocupan se debaten entre sus adeptos y sus jurisdicciones, con una arbitrariedad que raya en lo prehistórico.
La Justicia abraza a sus ancestros con la misma vehemencia que la informática lo hace con su mercado. Ambas tendencias apuntan hacia un futuro tan complejo como frustrante. El motivo de este artículo, que está en un blog dedicado a ese futuro, no es otro que lamentarse de que sin la existencia de un código universal, ninguna de estas disciplinas, tan ligadas al bienestar y al avance de la humanidad, tendrán una influencia real en el progreso. Hasta ahora, la política y el mercado sustituyen a ese código, y no veremos jamás avanzar a la sociedad civilizada mientras dichos códigos no sean reformulados. Otrosí digo: no habrá naves espaciales ni personas realmente libres sin ellos.
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